Esta sencilla frase del Premio
Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, revela una verdad que no siempre
es fácil de aceptar como tal. Como seres humanos, nos vemos obligados a cambiar
nuestra propia percepción de la vida que siempre nos han hecho creer, de que la
muerte sólo acontece cuando físicamente tenemos la ausencia de una persona.
Lamentablemente, hay ocasiones en las que esa ausencia llega, aún cuando nuestro
ser querido todavía puede comer, beber, caminar y mirarnos con los mismos ojos,
aunque ya no sea capaz de reconocernos ni de saber quiénes somos.
Todos, tarde o temprano, llegamos
al final del camino, o como otros prefieren llamarlo, nuestra parada, y tenemos
que bajarnos del tren de la vida, que continuará corriendo incansable, pero
dejándonos atrás.
Continuando con esta metáfora, el
Alzheimer es como una carta que llega siempre cuando no te la esperas, cuando
menos la quieres recibir. Aunque bien podría tratarse de una llamada de
teléfono que ojalá nunca hubieras atendido, o la más desafortunada de las
visitas que se presentan en tu puerta sin previo aviso.
Al final es un médico, bata
blanca y probablemente cargado de años de experiencia, el mensajero que te da
la noticia. ‘Sí, desafortunadamente, usted está en los inicios de esta triste enfermedad llamada Alzheimer. Lo siento.’ Y la noticia cae como un jarro de
agua fría sobre quien la recibe, y sobre quienes están a su lado. Todos saben
de una manera u otra cuáles son los estragos que va a ir dejando esa víbora
insaciable en el cerebro del ser que aman con toda su alma. Y lo peor de todo
es que no se puede erradicar. Todavía no existe una cura definitiva, tan sólo
terapias, cuidados, y mucho coraje para luchar día tras día contra ese mal. Para
arrancarle de sus garras la vida que él nos está empezando a robar a nosotros de
manera tan injusta y miserable.
Porque si hay algo claro en todo
esto, es que rendirse es la peor de las reacciones, es justo lo que la dichosa
enfermedad espera que hagamos. No, vamos a plantarle cara, vamos a demostrarle
que los recuerdos son un tesoro al cual no tiene derecho a acceder, ni mucho
menos a llevárselos de forma tan gratuita y sí, tan cobarde.
Hay cosas que la ciencia pone a
disposición de todo aquel que las necesita para hacer frente a esta lucha sin
tregua. Tratamientos no farmacológicos, también conocidos como Terapias
Alternativas, cuyo fin consiste primordialmente en intentar ralentizar el
proceso que va a seguir esta insidiosa enfermedad. Los hay por supuesto
farmacológicos, que un médico tratará y determinará para cada paciente según
precise. Pero las terapias alternativas, cada vez más variadas, suponen un
medio bastante importante y enriquecido de entrenamiento cognitivo que ayudará
a los afectados a retener todo cuanto sea posible sus recuerdos más preciados,
su memoria, y lo que es más vital para todos, su propia identidad.
Entre las terapias que ofrecemos
en AFA queremos destacar nuestras sesiones de Risoterapia y Wii Terapia, que
están teniendo una gran aceptación entre los usuarios de nuestros servicios.
Desde aquí deseamos animar a
todas las personas diagnosticadas de Alzheimer, a sus familiares y a sus
cuidadores, a que nunca tiren la toalla, porque no están solos. Con ayuda,
personas y métodos especializados, esta situación es más fácil llevar.
Y desde luego, dejar la ventana abierta a la Esperanza de que algún día este mal sea definitivamente vencido y erradicado de la sociedad y de nuestras vidas, para siempre.
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